Puede que en la cocina de tu casa tengas alguna cacerolas ennegrecida, manchada por los residuos grasos que se acumulan con el tiempo. Estas vasijas se ensucian con el cocinar y freír de todos los días y la acción de limpiarlas parece ser una misión imposible, pensamos que desmanchar y dejar relucientes de brillo estos recipientes es una tarea que requiere mucho esfuerzo y una gran inversión en productos especializados, que pueden resultar generalmente costosos menguando el bolsillo familiar. Solo pensarlo parece una pesadilla. Pero, ¡no es así! Tengo una solución rápida, sencilla e híper económica.
En mi casa, cada cierto tiempo recurro a los secretos de familia y a los consejos de mi madre que nunca faltan. En este caso, para nunca apenarme al presentar mis ollas y que siempre estén relucientes, llevo a la práctica este sencillo secreto, que me recuerda el viejo adagio que el metal se purifica cuando pasa por el crisol:
Pongo el caldero (vasija de aluminio o hierro fundido) ennegrecida por los residuos del aceite en una hornilla con la llama alta de manera que alcance altas temperaturas. Ojo… el recipiente debe estar vacía, sin ningún tipo de contenido. Dejo por largo rato este recipiente recibiendo ese calor que lo transformará en un artículo nuevo en mi fogón.
Con el transcurrir de los minutos empiezo a distinguir el cambio de color. Este proceso va de abajo hacia arriba, y lo podemos distinguir como si se tratara de un acto de magia que acontece paulatinamente ante nuestros propios ojos. Finalmente, cuando la vasija está totalmente liberada de la grasa vieja apago la llama y posteriormente la retiro del fogón, teniendo cuidado de no hacerlo inmediatamente para evitar los riesgos de la concentración excesiva de calor en el caldero y siempre utilizando la debida protección al manipular recipientes pasados por calor. De esta manera, el brillo y resplandor empieza a renacer en mi cocina.
